En el corazón del Pacífico se encuentra la Isla de Pascua, un territorio chileno conocido mundialmente por sus misteriosas estatuas de piedra. Pero pocos saben que en su costa norte, en las coordenadas 27.0740° S y 109.3224° W, se ubica Anakena, la única playa de arena blanca de toda la isla. Este rincón tropical, que está a 7 horas de vuelo tras una escala en Santiago, combina historia milenaria con aguas turquesas y un paisaje único que invita a la aventura y la contemplación.
La relevancia de Anakena va mucho más allá de su belleza natural. Según las tradiciones orales de los Rapa Nui, fue aquí donde el rey Hotu Matu’desembarcó hace más de mil años, dando inicio al primer asentamiento polinesio en la isla. Este hecho fundacional convierte a la bahía en forma de media luna en un sitio sagrado y fundamental para la identidad cultural local.
Matías Riroroko, guía local descendiente directo de los antiguos habitantes, afirma con orgullo: “Anakena no es solo una playa, es el origen de nuestra civilización, el lugar donde todo comenzó para nuestro pueblo”. Esta conexión profunda entre el lugar y sus habitantes le otorga un aura especial que se siente en cada paso.
Lo que realmente distingue a Anakena son sus imponentes moáis, las emblemáticas estatuas de piedra que parecen vigilar la costa desde la arena blanca. En el Ahu Nau Nau, siete de estas figuras fueron restauradas y se erigen majestuosas, mientras que el Ahu Ature Huke presenta un moái solitario que genera un contraste visual impactante con el entorno tropical.
Además, las aguas transparentes y cálidas, especialmente entre diciembre y marzo, ofrecen un refugio ideal para quienes buscan nadar y relajarse. A diferencia del resto del litoral de la isla, donde predominan las costas rocosas, Anakena brinda una experiencia de playa suave y tranquila, perfecta para disfrutar en familia o con amigos mientras se admiran los moáis desde una perspectiva inusual.
Las aventuras para viajeros en la playa de arena blanca en la Isla de Pascua
Las palmeras que bordean la playa, aunque no son originarias —fueron traídas desde Tahití en los años 60— aportan un toque paradisíaco que contrasta con el paisaje árido del resto de la isla. Este pequeño bosque de cocoteros ofrece sombra y un espacio ideal para un picnic con productos típicos de la zona.
Para los aventureros culturales, Anakena es la combinación perfecta entre historia y naturaleza. A solo 18 km de Hanga Roa, la única ciudad de Isla de Pascua, se puede llegar mediante excursiones organizadas o alquilando un vehículo para explorar a tu ritmo, con un ambiente que recuerda a las playas caribeñas de Barbados.
La gastronomía local acompaña la experiencia con platos tradicionales como el Curanto, un guiso de mariscos, carnes y vegetales cocidos en horno de tierra, o el Poe, un postre elaborado con plátanos y harina. Ana Tepano, dueña de un restaurante cercano, comparte: “No hay nada comparable a disfrutar de un Ika Mata (pescado crudo marinado) mientras observas cómo el sol se oculta tras las estatuas que nuestros antepasados esculpieron”.
Más allá de los moáis, Anakena también guarda tesoros arqueológicos visibles, como petroglifos y restos de estructuras ceremoniales que revelan la complejidad y riqueza cultural de los Rapa Nui. Estos vestigios permiten a los visitantes sumergirse en la historia viva de una civilización que sigue fascinando al mundo.
La mejor época para visitar Anakena es durante los meses de verano austral, de diciembre a marzo, cuando el clima es cálido y las lluvias escasas. Se recomienda llegar temprano para evitar las multitudes o quedarse hasta el atardecer, momento en que la mayoría regresa a Hanga Roa, para vivir una experiencia más íntima y mágica.
