A fines del año 1983, Pedro “Pietro” Sochanowicz, un italiano que vivía en las afueras del casco de La Plata, les propuso a sus hijos Martín, Víctor y Mariana hacer un muñeco para fin de año. Terminada la dictadura, la tradición platense de incinerar figuras para celebrar el Año Nuevo, se estaba reactivando y los Sochanowicz, sin saberlo, comenzaban con algo que los iba a marcar como familia. El primer muñeco simple: Pietro y sus hijos tomaron un peluche del pato Donald que tenía en su interior bolitas de telgopor, lo vaciaron y lo rellenaron con otras cosas. Después llegó la quema y la llama se prendió: los hermanos Martín y Víctor (que en ese momento tenían 9 y 8 años) quedaron, para siempre, fascinados; tan fascinados que con los años terminaron creando uno de los grupos muñequeros más famosos de la ciudad.
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“Esto es toda una vida, una pasión. Uno deja cualquier cosa por los muñecos. Aunque estemos cansados, que discutamos pareceres, somos una familia y lo más importante es estar juntos y disfrutar. El muñeco de este año es también en memoria de mi viejo. El 8 de diciembre se cumplieron tres años de su fallecimiento”, señala Martín en diálogo con El Destape.
Es una noche calurosa de fines de diciembre. Pietro ya no está, pero el espíritu muñequero persiste y se respira en el chalet que fue su casa, en el barrio Altos de San Lorenzo. La acción ocurre en la parte de atrás, en un patio con mucha vegetación, una pequeña pileta de fibra de vidrio y un gran galpón. Allí, hay chicos y adultos reunidos y trabajando a contratiempo. Están los hijos y nietos de Pietro, y otras personas que se fueron integrando al grupo. Algunos arman estructuras de papel, cartón, alambre y madera; hay quienes pintan; y alguien prende fuego en el suelo para hacer hamburguesas.
El galpón es de chapa. Se trata de un cuadrado de diez por diez, con una altura de seis metros. En su interior y ocupando casi todo el espacio, están las partes ya armadas del inmenso muñeco que el grupo Grupo Artístico Autodidáctico Muñequero Drako, que integran los Sochanowicz y amigos, quemará este fin de año. El muñeco está hecho mayormente de madera, alambre y papel. Cuenta con una figura masculina y otra femenina de expresiones teatrales, duendes que cuelgan en lo alto, una casita y relojes. Aparte, también construyeron un capibara de gran tamaño en memoria de Kim Gómez, la niña de 7 años que murió en La Plata a principio de año en el marco del robo de un auto.
“Este año, el muñeco nuestro es ‘El custodio del tiempo’. Es como el custodió de todos estos años de construcción y es el que ve que se está apagando un poco la llama. Cuando yo era chico había más de 300 muñecos en La Plata y el año pasado se anotaron sólo 12”, apunta Víctor.
Los Sochanowicz advierten que el rito muñequero sufre actualmente muchas trabas burocráticas vinculadas a las habilitaciones. Además, se suma otra problemática: la crítica situación económica influye no solo en los gastos monetarios que demanda hacer un muñeco, sino también en la cantidad de tiempo que pueden usar durante el año para trabajar en la construcción. “Yo tengo una regalaría. En otro tiempo cerraba el negocio durante el día y me venía a laburar acá. Este año está complicado y tuve que implementar venir a trabajar con el muñeco a la noche”, explica Víctor.
Crecer con los muñecos
La tradición de fin de año de La Plata se inició en la esquina de las calles 10 y 40, en el año 1956, con el muñeco de un jugador de fútbol gigante que homenajeó al Club Defensores de Cambaceres. Esa iniciativa se fue ramificando por toda la ciudad y sus alrededores hasta que la última dictadura cívico-militar prohibió la celebración. Con el regreso a la democracia los muñecos volvieron a tomar impulso y, en las décadas posteriores, grupos como lo de la familia Sochanowicz fueron creciendo en la complejidad y calidad de sus construcciones.
Luego del peluche de Donald de 1983, los Sochanowicz experimentaron con ropa rellena y más tarde empezaron a utilizar otros materiales moldeables como la caña con el que hicieron un pequeño cohete. Pietro, quien trabajaba de techista, era de esas personas que tienen habilidad para realizar tareas con las manos. “Si en casa se rompía algo, él le buscaba la vuelta y lo arreglaba. Yo soy igual. Es cuestión de tener paciencia, voluntad y maña, cosas que te va dando el tiempo. Con los muñecos pasa lo mismo”, explica Martín al El Destape.
Pietro les enseñó a sus hijos a trabajar con la caña y con otros materiales como las bolsas de cemento que traía de su trabajo. Luego, los chicos fueron creciendo y experimentando año a año nuevas técnicas, aprendiendo de los aciertos y los errores. “Hoy tenemos un montón de secretos para hacer muñecos que van a morir con nosotros; secretos que están en la pintura, en el engrudo, en la forma de doblar los alambres y en la forma de atar los palos”, asegura Víctor.
Con otros integrantes que se fueron sumando al armado, a principios de los 2000, los Sochanowicz constituyeron Drako, un grupo que fue multipremiado por sus creaciones y declarado de interés municipal por el Concejo Deliberante platense. Los muñecos de Drako se complejizaron a lo largo del tiempo y pasaron a ser grandes estructuras con escenarios y varios personajes imaginarios que se mueven y emiten sonidos y luces.
Entre las creaciones más emblemáticas, Víctor, Martín y Joaquín Casale, otro de los integrantes del grupo, recuerdan “La última cena”, un muñeco que hicieron en 2008 y generó una fuerte polémica y distintas opiniones dentro de la iglesia católica: mientras fieles del barrio organizaron una marcha para evitar la quema, algunos curas aprobaron el fuego al advertir que se trataba de una acción purificadora. “De ese muñeco hay notas periodísticas escritas en árabe y vino gente de todos lados a conocerlo, como unos Franciscanos chilenos”, cuentan.
Asimismo, otro muñeco de Drako recordado es “El Juguetero”, un anciano que tenía a su alrededor juguetes de todo tipo y que, el 30 de diciembre de 2018, resultó destruido por una tormenta. “A la mañana siguiente, estábamos resignados y nos fuimos a dormir, pero la gente del barrio se puso a reconstruirlo y a las tres de la tarde nos llamaron para decirnos que el muñeco estaba levantado. Lo armaron como pudieron y quedó hermoso”, dice Joaquín aún conmovido.
La llama prendida
La presentación de Drako en el evento platense de este año es toda una novedad en el ámbito muñequero local, ya que el grupo dejó de realizar quemas públicas en el Año Nuevo de 2023, días después de la muerte de Pietro. “Un poco es volver con el muñeco en homenaje a mi viejo, que fue el primero de nosotros, el que nos incentivó a hacer esto. Si está en otro plano mirando, es decirle: ‘mirá, siguen con eso los pibes’”, dice Víctor, hoy con 50 años, mientras pega cinta adhesiva marrón en una pequeña estructura que terminará siendo una figura fantasmal.
La vuelta de Drako al rito de los muñecos se comenzó a gestar a fines del 2024, cuando Lucas Perera, otro de los históricos integrantes del grupo, se acercó al negocio de Víctor algo angustiado por no participar de la quema y le dijo “el año que viene yo hago un muñeco o hago un muñeco”. La angustia de Lucas era compartida. “Los años que no presentamos, a pesar de que hicimos muñecos privados, fue un dolor muy grande. Llegaban las fiestas y yo no quería estar en La Plata. Quería irme a otro país”, explica Víctor. Y agrega: “Esto es una forma de vida”.
En la casa en la que vivió Pietro, esta noche de diciembre además están trabajando sus seis nietos, que van de los 9 a los 18 años. Luna, la hija de Víctor y su esposa Silvia (que también es parte del grupo), es la más grande de la nueva generación y también la más apasionada por los muñecos. “Este año mi papá me jodía. Como me fui a Bariloche, me decía que yo no le iba a dar ni pelota con el muñeco. Yo, entre Bariloche y el muñeco me quedo con el muñeco. Siento un motón todo esto”, dice.
Luna, además, cuenta que ese interés que tiene se traduce muchas veces en preocupaciones. “Tengo pesadillas de que venga un temporal y lo destruya como en 2019 o que, no sé, nos secuestren el muñeco. Estos últimos días, antes de sacarlo (a la rambla de circunvalación, en donde será quemado), es cuando más lo siento y empiezo a soñar un montón. A mi papá también le pasa”.
“Yo desde que nací estoy en esto y lo llevo en la sangre”, dice Luna. Y también recuerda a Pietro, su abuelo: “Ahora, estamos viendo si en una parte del show agregamos algo de un abuelo hablando de la tradición de los muñecos y yo esa parte la siento como mi abuelo porque él fue el que impulsó todo esto”.
Pasaron más de cuatro décadas de la quema del peluche de Donald y, cuando el 2026 empiece, los hijos y nietos de Pietro podrán ver cómo las llamas destruyen otro muñeco. Luego, a la mañana siguiente, con las cenizas aún esparcidas en el suelo platense, será momento de empezar a tachar los días para el próximo Año Nuevo.
