Después de que se reportaran avances en las negociaciones para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, con mediaciones de Donald Trump entre Vladimir Putin y Volodimir Zelensky, la tensión volvió a escalar este lunes cuando el gobierno ruso salió a denunciar un hecho gravísimo que amenaza con empantanar todo el proceso diplomático.
Según informó el canciller Serguei Lavrov, las fuerzas de seguridad rusas frustraron un "ataque terrorista" dirigido contra la residencia oficial de Putin. La acusación de Moscú es directa: señalan a la inteligencia ucraniana como responsable de planificar y ejecutar el ataque fallido, calificándolo como un intento de magnicidio diseñado para desestabilizar a Rusia en un momento crítico.
La respuesta desde Kiev no tardó en llegar y fue categórica. El gobierno de Zelensky desmintió rotundamente cualquier participación en el supuesto atentado. Voceros ucranianos aseguraron que su estrategia militar se centra exclusivamente en recuperar los territorios ocupados en el frente de batalla y no en atacar objetivos políticos dentro de Rusia.
Para Kiev, la denuncia de Lavrov podría tratarse de una operación de "falsa bandera" o una excusa del Kremlin para endurecer su posición en la mesa de negociaciones justo cuando se discutían los términos de un posible alto el fuego.
El teléfono rojo y la reacción de Trump
Ante la gravedad de la denuncia, Trump volvió a levantar el teléfono para comunicarse con Putin. Según los reportes que llegan desde Moscú sobre esa segunda conversación, el tono fue de preocupación y solidaridad.
En la charla, el presidente de Estados Unidos habría consultado sobre el estado de situación tras el incidente y expresó su alivio al saber que el ataque no prosperó. Según informaron medios internacionales citando al Kremlin, ambos líderes coincidieron en que existen "fuerzas interesadas en sabotear el proceso de paz", una lectura que le permite a Trump mantener vivo su rol de mediador a pesar del ruido ensordecedor de las bombas y las acusaciones cruzadas.
