El presidente de Bolivia Rodrigo Paz abandonó la moderación que prometió en la campaña electoral y sorprendió con un decreto sobre el filo de fin de año que desregula el precio de los combustibles y habilita la privatización de recursos naturales y servicios públicos. La oposición que responde a los ex presidentes Evo Morales y Luis Arce reaccionó con movilizaciones y cortes de ruta pero mostraron un músculo bastante debilitado.
Después de años de internas y de haber acompañado al gobierno al menos en las últimas dos décadas, la ahora oposición se enfrenta al desafío de confrontar a un Presidente que ya dijo que no está dispuesto a negociar. Mientras tanto, Paz deberá mostrar si puede sostener su paquete de ajuste sin entrar en un espiral inflacionario como pasó en la gestión anterior.
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Desde que Paz desreguló el precio de los combustibles, la gasolina aumentó un 86% y el diésel 162%, dos subidas que impactan de lleno en comerciantes, transportistas y gente de pie que usa el transporte púbico a diario. Por eso, la Central Obrera Boliviana (COB) se movilizó desde el lunes pasado y bloqueó accesos en seis de los nueve departamentos del país concentrados principalmente en La Paz, en Oruro, Cochabamba y Chuquisaca. El lunes también se sumaron transportistas, comerciantes y mineros pero se desmovilizaron a medida que acordaron mesas de negociación con el Gobierno.
Ahora los únicos que mantienen el paro indefinido son la COB y los mineros asalariados, que si bien también se reunieron con representantes de Paz, mantienen su postura ante la intransigencia del Gobierno. "Al ver la negativa de la abrogación del decreto 5503 todas las bases, por unanimidad, hemos decidido no tener una Navidad, vamos a luchar y vamos a seguir con el paro nacional indefinido movilizado", dijo el secretario ejecutivo COB Mario Argollo.
Esta primera explosión de malestar en las calles bolivianas está muy lejos de lo que fueron movilizaciones históricas como las de la Guerra del Gas, que terminaron con la salida del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003. "Se puede decir que aunque ha habido una reacción no ha sido proporcional a la magnitud de lo que representa la pérdida en movimientos sociales y populares", consideró en diálogo con este portal, el analista político Fernando Molina. Porque además de los aumentos en combustibles, el decreto congela los salarios estatales por un año y desregula el mercado de trabajo.
Desde el evismo proyectan despidos, reduccción salarial y un empobrecimiento en la calidad de vida y advierten que las consecuencias más duras se verán el año que viene cuando el aumento del combustible impacte en los productos de la canasta básica familiar y en los boletos de transporte. Ese es el Talón de Aquiles de Paz que tiene como principal mandato controlar la inflación en un país que supo ser emblema de crecimiento económico en la región y que está cerrando el año con una inflación de casi el 10%, la más alta de los últimos 16 años.
"Que el país no se haya incendiado es una señal positiva, aunque está logrando imponerse a un costo político alto porque ya rompió la luna de miel con la población y puede complicar el panorama si no se logra parar la inflación. Las medidas que ya anunció son pro inflacionarias y se espera que las próximas que vengan apunten a resolver el valor del dólar y arreglar las finanzas del país", sumó Molina y anticipó que para marzo del año que viene, cuando comiencen las clases, podría abrirse un nuevo frente con los gremios docentes que tienen el salario congelado. "Esto no es una victoria completa para el Gobierno todavía", matizó.
Débil reacción de la oposición
Los movimientos sociales y el sector indígena en Bolivia demostraron una potencia política histórica que quedó materializada en la presidencia de un dirigente aymara y en la sanción de una de las constituciones más progresistas de la región. Sin embargo, los últimos años de internas feroces y el propio desgaste de gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS) los dejó debilitados frente al avance de un nuevo Ejecutivo que se había promocionado como moderado pero que parece haber agarrado el manual de gobierno del ex candidato conservador y golpista Jorge Tuto Quiroga.
Gran parte del apoyo que tuvo Paz para ganarle a Quiroga en balotaje fue de clases populares y medias que habían votado históricamente por el MAS pero que cuestionaban la debacle económica del último tiempo. Para ellos, el discurso de Paz fue seductor: vendió gradualilsmo y protección para las clases trabajadoras. Pero lo primero que hizo fue eliminar el impuesto a las grandes fortunas y transacciones financieras y habilitar un aumento sideral en los combustibles.
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Además, según trascendió de fuentes extraoficiales, Paz intentará cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en marzo del año que viene. Esta era una de las principales promesas de campaña de Quiroga, un hombre con aceitados vínculos con Estados Unidos, pero no de Paz, quien tenía como propuesta de máxima la creación de un Fondo de Estabilización Cambiaria.
"Es el inicio de la restauración del modelo neoliberal que hace pagar las deudas y la crisis a los pobres. Se está cumpliendo la exigencia de los organismos internacionales que piden sacrificar a las clases más humildes para otorgar créditos", opinó una fuente evista que reconoció que la respuesta en las calles fue flaca. Una de las respuestas que dio ante esa situación es que el decreto fue firmado en la víspera de las fiestas para provocar un efecto desmovilizador. "Otro factor es que las organizaciones sociales están divididas como herencia del gobierno de Arce y están prebendalizadas y parece que ahora están repitiendo la receta", sumó.
En pocos días, Paz desarticuló las manifestaciones de choferes y mineros pero aún resisten los sectores más sindicalizados, como la COB, a los que se suman algunos bloqueos espontáneos principalmente en zonas rurales. Pero no hubo una convocatoria masiva y coordinada que permitiera el pasaje del duelo a la acción. Evo Morales sumó su voz desde las redes sociales pero tampoco lideró una respuesta en las calles. La oposición en Bolivia todavía no termina de agruparse mientras que el Gobierno aprovecha los últimos días de la luna de miel para avanzar a toda velocidad.
