El FMI y el JP Morgan marcan la cancha

El ministro Luis Caputo acató el dictado del Fondo Monetario y de Wall Street de modificar el esquema cambiario con el objetivo de no seguir atrasando la paridad real. Además, se compromete a acumular reservas en el Banco Central.  

17 de diciembre, 2025 | 00.05

La secuencia de dos años de la política cambiaria de la dupla Milei-Caputo es notable por la sucesión de modificaciones. Esta inestabilidad revela el fiasco en la administración de la materia de la que, teóricamente, son expertos. 

Empezaron con una megadevaluación de ajuste cambiario del 118%. Siguieron con un crawling peg del 2% mensual, luego reducido al 1% con la promesa de llevarlo a 0%. Pasaron a un esquema de banda cambiaria con movimientos del 1% mensual en el piso y el techo. Y ahora terminan indexando ambos extremos a la inflación de dos meses atrás. 

El principal “mérito” de Caputo es que, con el tipo de cambio atrasado y el rojo de reservas internacionales netas negativas que pasó de -11.000 millones de dólares (monto heredado del gobierno de Alberto Fernández) a unos -17.000 millones de dólares, haya podido conservar el cargo de ministro de Economía. 

Hace menos de dos semanas, Caputo había asegurado, ante un auditorio de empresarios y financistas, que el piso y el techo de la banda cambiaria estaban “bien calibrados”. Además, con soberbia insólita, había publicado un post desafiando a quienes dicen que el tipo de cambio estaba atrasado, mostrando un gráfico sobre el aumento de las exportaciones. “Primer caso en el mundo de un programa económico que aumenta las cantidades exportadas a niveles récord, con tipo de cambio ‘atrasado’”.

Pocas veces un ministro de Economía dice tantas inexactitudes y tantas contradicciones sin tener consecuencias. La pregunta que se abre es por qué Milei lo mantiene en el cargo. Las opciones que se abren son, primero, porque Milei no entiende nada de finanzas y le pueden vender buzones; segundo, porque no tiene un reemplazante; tercero, porque tiene temor a perder a una persona con fluidos contactos en el mundo financiero; o cuarto, porque todavía no encontró otra persona que sea más obsecuente. Puede ser una de ellas, un mix de algunas o todas juntas.

Ese festival de contradicciones tuvo, esta vez, un límite: el FMI.

El Fondo Monetario ordena y Caputo cumple

La presión del Fondo Monetario Internacional para morigerar la inconsistencia de la política cambiaria tuvo resultado. En realidad, es una muestra más de que el auditor externo define los lineamientos de la política económica de Milei. Caputo anunció que desde el 1° de enero de 2026 el piso y el techo del régimen de bandas cambiarias se ajustarán todos los meses según la inflación de dos meses pasados. Así abandona el deslizamiento fijo del 1% mensual que regía desde que el esquema se puso en marcha el 11 de abril de 2025. El Banco Central, además, prometió iniciar un programa de compras de divisas para acumular reservas.

En concreto, aparece una nueva tablita cambiaria, esquema de ajuste de la paridad que remite a experiencias traumáticas en la economía argentina. De este modo, el ancla antiinflacionaria por el atraso cambiario empieza a aflojarse, no por convicción, sino porque el experimento libertario, nuevamente, mostró la debilidad de no tener los dólares suficientes, de inmediato, para pagar los vencimientos de capital e intereses de la deuda. ¿Qué pasa con el rescate financiero de Estados Unidos de la mano de Donald Trump y Scott Bessent? Parece que la billetera estadounidense no se vuelve a abrir para Milei o, por lo menos, no entregará dólares mientras el Banco Central tenga una estrategia consistente de sumar reservas.

El Banco Central admite que el actual esquema de ajuste de la banda cambiaria estaba apreciando el tipo de cambio real: con un techo y un piso que se movían al 1% mensual, mientras la inflación corría por encima del 2%, el dólar oficial quedaba —mes a mes— por debajo de los precios.

Con la nueva regla, la banda se indexará con rezago (dos meses previos): en enero, por ejemplo, se moverá 2,5% (la inflación de noviembre). Intenta así frenar la apreciación sin devaluar de golpe. Pero también admite algo que negaba: si el dólar corre sistemáticamente por debajo de la inflación, el atraso cambiario se vuelve un imán para importaciones, turismo emisivo y demanda de cobertura; y, al mismo tiempo, impide acumular reservas.

El anuncio de Caputo no es un giro técnico. Es una admisión política: el programa quedó encajonado entre la necesidad de sostener la desinflación y la obligación de juntar dólares para pagar deuda y, sobre todo, para reabrir el financiamiento.

Y no fue solo el Fondo: Wall Street también definió el momento de hacer el ajuste en el esquema cambiario.

El JP Morgan ordena y Caputo cumple

En Wall Street ya lo habían dicho sin eufemismos: los bancos JP Morgan y Morgan Stanley advirtieron que el esquema cambiario estaba dificultando el ingreso de dólares y que esa dinámica empujaba a un nuevo waiver del FMI por incumplimiento de la meta de acumulación de reservas. 

El Banco Central intenta presentar el viraje como parte de un “programa 2026” que apunta a reconstruir reservas y sostener la actividad. La autoridad monetaria busca acumular de 10.000 a 17.000 millones de reservas en 2026. Un reporte que analiza las modificaciones en la política cambiaria de PxQ, la consultora de Emmanuel Álvarez Agis, sintetiza el giro con una frase contundente: “La Libertad Avanza se vio forzada a reconocer la inconsistencia de un esquema de bandas sin acumulación de reservas, perseguido más por fines electorales que económicos”. Y agrega el núcleo político-financiero del asunto: tras el revés del mercado local de capitales de la semana pasada (la emisión de deuda en dólares a una tasa de interés del 9,26% anual), quedó implícito el inmenso desafío de financiar los vencimientos de deuda de 2026.

La tesis oficial de “primero se abre el mercado y después se acumulan reservas” se invirtió: Caputo ahora ensaya un intento de acumular reservas para ver si con eso logra reabrir el mercado internacional de capitales para refinanciar vencimientos de deuda. 

El presidente Javier Milei. Aceptó otra modificación en el esquema cambiario. Esta vez por exigencia del FMI y de Wall Street.

Con la nueva banda cambiaria Milei sólo gana tiempo

El informe de PxQ es esclarecedor acerca de las limitaciones que enfrenta la actual estrategia cambiaria y económica de Milei-Caputo. Expone el siguiente trilema: con el tipo de cambio corriendo al ritmo de la inflación pasada, se frena el deterioro externo, pero se pierde el ancla que venía empujando la inflación a la baja. Y si el ancla cambiaria se afloja, el ancla fiscal tiene que apretar. Esto significa más ajuste, con costos sobre la actividad: menos obra pública, menor gasto real y más tensión social. En definitiva, pretender crecer, bajar inflación y acumular reservas al mismo tiempo es prometer lo imposible.

Otra mirada crítica, esta vez desde la ortodoxia económica, vino de la mano del consultor del establishment Ricardo Arriazu: “Soy enemigo de las bandas, cuando se mueve el dólar se mueve todo”. Su crítica es que, en una economía bimonetaria, la banda agrega incertidumbre, y “la incertidumbre tiene un costo”. Incluso comparó períodos: según él, con el crawling (antes de las bandas) se compraron 25.000 millones de dólares de reservas y la actividad creció, mientras que con las bandas “se duplicó el riesgo”, hubo “más inflación” y “no compraron un dólar” para el Central.

Arriazu también dejó un dato clave: el esquema de 2025 se sostuvo con respaldo extraordinario. Señaló el swap de EE.UU. por 20.000 millones de dólares como “libre disponibilidad” para enfrentar problemas de liquidez, corrida contra el peso o pagos de deuda. Esa red de contención explica por qué el Gobierno pudo estirar el tiempo y sortear tensiones. Pero ahora no está claro que EE.UU. quiera seguir entregando dólares al barril sin fondo del programa económico de Milei.

En este punto, la discusión no es si la banda se mueve 1,0% o 2,5%. La discusión es si la economía libertaria acumula reservas, baja el riesgo país y consigue financiamiento para 2026 sin afectar la actividad económica. Cuando este esquema exhiba otra vez su fragilidad, lo más probable es que sea reemplazado por otro: otro parche para seguir ganando tiempo en un plan insustentable que, para la mayoría, sólo ofrece padecimientos.