Llegamos a fin de año en medio de la aprobación de un presupuesto de ajuste brutal, unos pocos días después de la movilización transversal contra la reforma laboral que logró que la votación se posponga a febrero. Un saldo a favor es la profundización del debate sobre cuál es la composición hoy de la clase trabajadora ”realmente existente” y cuál es la agenda de demandas y estrategias organizativas a la altura de esa realidad múltiple y fragmentada.
Dicho de otra manera: con el debate y la movilización logramos romper el “cerco” que quería dividir a trabajadorxs con derechos como los únicos destinatarios de la reforma y evidenciar cómo cada uno de sus puntos afecta a las condiciones de vida en general de toda la población trabajadora. Fue clave mostrar, por ejemplo, por qué la reducción histórica de licencias es una revancha contra quienes cuidan y por qué el abaratamiento de los despidos a favor de las patronales al mismo tiempo que se cuestiona el monotributo es una doble pinza contra el trabajo registrado y contra las economías populares. Y aún más: cómo la dinámica de pluriempleo mixtura cada vez más trabajo registrado, emprendedorismo, trabajos temporales, changas virtuales y más. Por lo tanto, la tan mentada división entre registrados y no registrados se disuelve crecientemente en la realidad empírica de unxs y otrxs.
Además, en estos días se viene profundizando el debate sobre la verdadera conexión común de la clase trabajadora hoy: estar endeudada. Por eso, es clave entender cómo se reconfigura la conflictividad una vez que estas cuestiones --antes marginalizadas pero valorizadas por las luchas sindicales, populares y feministas-- ocupan la cotidianeidad de quienes trabajamos. Nos referimos a tres cuestiones: deuda, cuidados y pluriempleo.
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Siguiendo este tridente que hoy aprieta a la clase trabajadora en Argentina, es clave expandir la pregunta por cómo cada una de estas problemáticas se está traduciendo en nuevas conflictividades. E incluso más: ¿qué significaría expandir (cómo, hacia dónde, con qué herramientas) las luchas sindicales, de la economía popular y feministas en un momento de reconfiguración de la relación capital-trabajo vía superexplotación financiera y algorítmica? ¿Qué significa, en términos de producir un antagonismo, la consigna sobre “recuperar soberanía de tiempo” robado por la especulación financiera o incluso la de reducir la jornada laboral? ¿Cómo se rearma el conflicto en las calles contra un ajuste que se vive como culpa individual y, por tanto, pone a la salud mental como otra afectación hoy de masas?
La clase trabajadora llega a fin de año sobreendeudada. Endeudada para comprar alimentos, para poder pagar los servicios públicos que no paran de aumentar, para comprar medicamentos que PAMI ya no entrega, para pagar el alquiler absolutamente desregulado y, por supuesto, para pagar otras deudas que se han tomado para pagar las tarjetas de crédito.
Insistimos porque su conexión es clave: el sobreendeudamiento de las familias es el modo en que se asume individualmente el ajuste “más importante de la historia”, que busca recargar los esfuerzos sobre los cuerpos agotados de quienes no llegan a fin de mes, mientras descarga de impuestos la concentración de riqueza de las corporaciones y los bienes de lujo.
Por eso la deuda se expande hoy como mecanismo de estratificación social: nos divide como clase trabajadora nuestra relación con el crédito. Mientras un sector puede ahorrar y acceder a instrumentos financieros para obtener ganancias, dolarizarlas y fugarlas al exterior, la gran mayoría de la población se relaciona con el crédito vía préstamos para subsistir. ¿Que 2026 se puede proyectar con el futuro colonizado por las deudas? Eso es lo último que quieren robar: la posibilidad de imaginar, de desobedecer el calendario de pagos, de romper la temporalidad voraz de la obligación financiera.
En diciembre, desde Movida Ciudad impulsamos el Primer Encuentro Federal por una política de desendeudamiento, un encuentro virtual y presencial que reunió decenas de trabajadorxs docentes, cooperativistas, vendedorxs de productos vía redes sociales, comerciantes, estudiantes, de todo el país endeudados para poder comprar lo básico. Como dijo uno de sus participantes: “si el estallido ocurriera sería por el hartazgo de lxs endeudadxs”. Pero también se compartió la cantidad de formas de acoso y hostigamiento que bancos y financieras despliegan justamente para convertir ese hartazgo en miedo.
A mediados de noviembre, en el marco de la 74º Congreso Nacional de la Federación de Aceiteros y Desmotadores (FTCIOD y ARA), una de nosotras tuvo la oportunidad de encontrarse con Horacio Catena, Secretario General Provincial del Sindicato Unificado de trabajadorxs de la Educación Fueguina (SUTEF) y con Alejandro Nonini, histórico delegado de este sindicato y miembro de su conducción. El motivo de la charla: discutir sobre su experiencia de la inclusión de la deuda como problema urgente de lxs trabajadorxs docentes y, por tanto, de la construcción --también urgente-- del desendeudamiento como demanda sindical. Como sintetiza Catena: “en pocos años el endeudamiento pasó a ser uno de los problemas principales de la clase trabajadora, y los sindicatos no pueden estar al margen”.
En el análisis de la historia corta pero veloz de este problema, el gobierno de Mauricio Macri aparece como punto de inflexión en términos de agresión a los ingresos populares y de aparición del sobreendeudamiento como realidad generalizada en lxs trabajadorxs. Esto los llevó a presentarle al gobernador Gustavo Melella un programa de desendeudamiento centrado en la acción del Banco de Tierra del Fuego como comprador de deuda de lxs trabajadorxs, con el objetivo de aliviar esas economías, con un período de gracia para el pago de la primer cuota y a tasa de recupero (es decir, una tasa que sólo contemple los gastos administrativos de la operatoria).
Hoy la situación es radicalmente peor, debido a la desregulación y consecuente aumento de los principales precios que conforman la economía cotidiana. La pauperización de lxs trabajadorxs combina el congelamiento o el retraso del salario frente a la inflación con la desregulación de los precios de los servicios públicos y de alquileres, de alimentos y medicamentos. Por eso, la suba de precios y la devaluación de los ingresos operan simultáneamente como el engranaje para la toma compulsiva de deuda.
Queremos subrayar entonces un punto clave: no hay discusión paritaria sin discusión sobre el desendeudamiento. Justamente porque la deuda provoca una extracción sin límite sobre los salarios. De hecho, en el Primer Encuentro Federal por una política de desendeudamiento la narración que más se repetía era de docentes cuyos salarios son retenidos en su totalidad en sus cuentas bancarias por las deudas preexistentes.
La experiencia del sindicato fueguino al centrar el reclamo sindical en la exigencia de condonación de deudas de servicios públicos provinciales y la condonación de los intereses de tarjetas de crédito y productos financieros que tengan los empleados estatales en el Banco de Tierra del Fuego junto con un plan de financiamiento no bancario que absorba todas las deudas que acumulen lxs trabajadorxs es una línea de acción estratégica.
Lo mismo sucede si miramos con atención los resultados de la Encuesta sobre Discapacidad y Deuda que realizamos desde Movida Ciudad y el GIIF junto a organizaciones de personas con discapacidad y sus cuidadoras. El aumento de toma de deuda de quienes cuidan debido al corte cruel de programas y ayudas del gobierno nacional es evidente. Pero muestra un paso previo: todo lo que se deja de hacer para evitar tomar más deuda. Esto es: se interrumpen tratamientos o terapias, se deja de comprar alguna medicación, se aumentan horas de trabajo en lo que se pueda y se reducen las horas de cuidado familiar y/o se asume más carga de cuidado porque no se pueden sostener a profesionales a cargo. Queremos decir: el vínculo entre pluriempleo, deuda y cuidados traducidos como obligación de “autoajuste” es parte de la perversidad del saqueo financiero a gran escala. La organización de los colectivos de discapacidad ha logrado, con su persistencia en las calles, también señalar esta línea estratégica de acción: desmentir el discurso del ajuste del gobierno como si se tratara de recortes contra personas “privilegiadas” y evidenciar la crueldad como un elemento central del disciplinamiento financiero al que obliga el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional.
Es estratégica toda acción de combate contra las políticas que transforman áreas de la vida en fuentes de endeudamiento. Es estratégica toda acción de combate contra las políticas de mercantilización, privatización y desregulación que organizan nuestros esfuerzos y padecimientos como un nuevo botín financiero para las fintech y para el gobierno de ocupación colonial que está en el poder. La reinvención de las estrategias sindicales, populares y transfeministas de la clase trabajadora en su composición heterogénea --desde las cuidadoras a lxs trabajadorxs de plataforma, desde lxs docentes a lxs comerciantes, de las cocineras comunitarias a lxs feriantes, de lxs investigadorxs a lxs trabajadorxs industriales-- no abarcara solo la recuperación de paritarias libres sino también la lucha contra el saqueo financiero que opera contra las condiciones de vida. De una vida digna que libera tiempo para la libertad, el disfrute y los afectos.
